Homero Bagnulo y Carlos Vivas
Como es de público conocimiento el virus que determina la enfermedad que conocemos como COVID19 se propaga fundamentalmente entre personas que están cercanas entre sí, lo que se produce cuando una persona produce gotículas que se emiten al toser, estornudar o hablar. Dichas gotículas aterrizarían en la boca, nariz o conjuntivas de la persona que está cercana. Se insiste además que personas asintomáticas que porten el virus también podrían contagiarnos, si bien la contagiosidad de estas no está bien estudiada y algunos autores sostienen que los portadores asintomáticos tendrían una menor carga viral y por tanto serian menos trasmisores de la enfermedad.
Pero está claro que en esta afección un número importante de casos se producen en brotes de 4 o más casos, pudiendo alcanzar incluso cientos. En nuestro país esto se observó en forma destacada ya que en 3 situaciones (el casamiento, el Hospital Vilardebó y el centro geriátrico) se produjeron un número elevado de todos los pacientes diagnosticados. Y se reconoce que esto sucede especialmente en ciertos contextos como bien lo describen Leclerc y col (Welcome Open Research 18 May 2020): geriátricos, hospitales, conferencias, eventos religiosos, hoteles, shoppings, dormitorios que comparten trabajadores, etc. En los diferentes países y continentes estos lugares predominan en relación a brotes y casos. Muy especialmente, a partir de varias comunicaciones se ha destacado lo que sucede en relación a actividades religiosas que implican coros (cantos), cercanía y también contacto físico. Esto se vio especialmente en Mount Vernon, Washington, donde una persona que presentaba síntomas desde hacía 3 días concurrió a un coro donde estaban presentes 61 coristas. Cantaron y compartieron un refrigerio durante 2 horas y media (prolongada duración de la exposición). En los días siguientes, 53 de los asistentes desarrollaron síntomas, 3 fueron hospitalizados y 2 murieron .Podríamos analizar numerosos episodios similares, entre ellos el que sucediera en nuestro país al inicio de la enfermedad. De ellos se pueden sacar varias lecciones, una de las cuales ya señaláramos: LA EXPOSICION PROLOGADA.
Otra evidencia que surge de estas y demás situaciones estudiadas es que la enorme mayoría de los brotes con alto nivel de propagación se producen EN ESPACIOS CERRADOS, sin adecuada ventilación. Nishiura, de la Hokkaido University, publicó hace ya más de un mes (medRxiv, april 16) que los ambientes cerrados facilitan la trasmisión. Así, de 110 casos examinados de 11 brotes, la posibilidad de trasmisión en un espacio cerrado es 19 veces mayor que en un espacio abierto. De allí la importancia del cierre precoz, tal como se realizo en nuestro país, de cines, teatros y demás espectáculos en lugares con posible hacinamiento. Del mismo modo, Qian y col (medRxiv , april 7) analizaron 319 brotes que ocurrieron en China y todos, a excepción de 1, ocurrieron en ambientes cerrados, puertas adentro. Los diferentes autores reconocen que puede ser más difícil rastrear brotes que sucedan en ambientes abiertos pero es muy llamativa la escasa literatura que hay tanto en esta como en otras pandemias de brotes ocurridos en espacios abiertos.
Pero hay otros datos que nos resultan de interés en relación al estudio de algunos brotes. Las infecciones trasmitidas, ya sea por gotículas o por aerosoles siempre se les han vinculado al estornudo y a la tos. Pero en estos últimos meses se ha visto que el CANTO y el GRITO también trasmiten con mayor intensidad partículas que la voz suave y la espiración pausada (como en el yoga y en pilates). Se ha comprobado (S.Asadi y col,Nature Scientific Reports 20 Feb 2020) que la frecuencia de emisión de partículas esta correlacionada positivamente con la amplitud de la vocalización, independiente del lenguaje en que se habla. Esto lo hemos observado todos en nuestra vida diaria donde convivimos con personas que al hablar “salpican”. Con estos resulta necesario ampliar el distanciamiento físico. Una pequeña fracción de ellos es posible que sean los superpropagadores (superspreders) que están en el origen de algunos de los brotes analizados. Esta no sería la única explicación de esas personas, la carga viral y cómo esta se desprende de células del tracto respiratorio son otras hipótesis en investigación.
También hay autores que ya desde la anterior epidemia de SARS en 2005 insisten en que no todas las personas afectadas trasmitirían las enfermedades infecciosas respiratorias (Lloyd_Smith y col, Nature 17 nov 2005). Además señalan que habría una alta variación individual en la infectividad y que tal vez solo el 20% de los portadores de los virus respiratorios serían capaces de trasmitirlos. De allí la importancia de agregar en los modelos matemáticos la k (factor de dispersión) que nos aportaría la capacidad de generar brotes de un virus respiratorio. Cuanto menor el valor, mayor importancia tienen los brotes. Para el SARS en Singapur en 2005 fue de 0,16.
Hemos insistido en la importancia de estudiar los brotes ocurridos durante las pandemias, y muy especialmente al comienzo de las mismas, ya que nos permiten conocer varios elementos del comportamiento del virus. Pero tal como Kupferschmidt nos recuerda (Science Covid19 Reporting, may 19) con los brotes se presenta un sesgo de nuestra memoria puesto que reciben más atención de los medios y son los que por tanto evocamos primero.
Finalmente creemos que importa conocer que el CDC en una de sus últimas actualizaciones (22 de mayo) sobre la diseminación del virus destaca que el virus NO se disemina fácilmente:
POR TOCAR SUPERFICIES Y/O OBJETOS,
DE LA GENTE A LOS ANIMALES,
DE LOS ANIMALES A LA GENTE.
Desearíamos disponer de una mayor información, sobre todo de la primera afirmación, si bien debemos reconocer que encontrar el RNA viral en superficies para nada implica que esa superficie sea capaz de contagiar.
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